Por Lisímaco Henao H.
Psicólogo U. de A. (Medellìn)
Mg. Psicología Analítica (Barcelona)
Analista Junguiano (SCAJ-IAAP)
El paciente se sienta frente a mí y comienza a hablarme de su
dolor: durante tres meses ha estado soñando que su padre le pregunta porqué no
ha regresado por allí. En el sueño no hay precisión sobre el lugar al que se
refiere el padre pero es siempre el mismo reclamo “¿porqué no has regresado?”.
El soñante intuye que su padre se refiere a la tierra donde nacieron él y sus
hermanos, esa tierra que su padre trabajara con tanto ahínco casi hasta su
muerte. Me cuenta que aquella tierra fue dividida entre sus hermanos a la
muerte de su padre y él, como casi todos, vendió lo que le correspondió debido a
que no tenía tiempo ni vocación para sostenerla.
Ha acudido a terapia llevado por este sueño recurrente,
porque despierta con tristeza y piensa que su padre, desde el más allá, le está
haciendo un reclamo al que él no puede responder ya. Comenzamos a hablar de su
relación con su padre a quien él recuerda como una especie de héroe, un ser que
luchó contra todo para sobrevivir junto con una numerosa familia. Luego,
remontándose a su infancia, revive recuerdos en los que el padre trata de
“volverlo hombre”, incitándole a la fuerza física y al distanciamiento
afectivo. Este aprendizaje se torna doloroso pues es castigado el llanto y en
cambio estimulado el automaltrato, el llevarse a si mismo hasta el límite, el
ser frío frente a la tristeza o convertirse en un ocultador de la misma.
Es evidente que mi paciente ha cumplido con la expectativa
del padre. Se ha convertido en un militar de carrera exitoso y disciplinado que
comenzó en los niveles más bajos del rango y fue ascendiendo por sus propios
méritos, motivos por los cuales exige exactamente el mismo carácter a sus
subalternos. Sin embargo algo viene molestándole desde hace mucho: unos celos
excesivos hacia su novia que se acompañan de fantasías terribles en las que
ella seduce a otros hombres en el trabajo y la universidad. En su fantasía esta
mujer no es capaz de mantenerse firme frente a la seducción de otros hombres.
Él la desprecia pues de la fantasía pasa a la realidad en que la considera,
efectivamente, una mujer débil y sin perspectivas de éxito.
En otro momento discurre sobre su quehacer profesional, habla
de cómo su disciplina se transforma a ratos en rigidez, de los dolores de
espalda y de la acusación que se le hace a veces en el trabajo, en donde se le
trata como a un tirano.
Este breve recuento me sirve como metáfora para pasar a
ustedes algunas imágenes de masculinidad y las emociones que pueden
acompañarlas. El término “arquetipo” acuñado en la psicología por C. G. Jung
(2003) aparece hoy tanto en el lenguaje corriente como en el especializado,
hasta el punto de que alguno podría afirmar que mi paciente se ha convertido en
el arquetipo del Héroe: fuerte, disciplinado, frío y luchador, características
que han sido coronadas con el éxito profesional. Y es cierto que esta es la
imagen heroica que tenemos actualmente: “el hombre que se hace a sí mismo”.
Continuamente somos bombardeados con ofertas de seminarios y cursos que ofrecen
las claves del éxito. Se publican libros con las leyes, los secretos o los
modelos para alcanzar dicho éxito que consiste, básicamente y me disculpo por
lo resumido del concepto, en estar en lo más alto de la pirámide o, por lo
menos, más alto que otros (esto incluye, por supuesto, los complejos económicos
tan importantes en occidente).
Este modelo, aclarémoslo de una vez, se ofrece a hombres y
mujeres y seduce a hombres y mujeres por igual, por lo que tal vez estamos
hablando realmente de algo arquetípico. Un arquetipo es un órgano psíquico
universal que permite a cualquier ser humano percibir el mundo, es decir, es
igual en para todas las personas y en todas las épocas y ubicaciones
geográficas. Lo que hace este órgano es ordenar nuestras percepciones con base
en imágenes. Para explicarlo mejor tomemos como ejemplo el arquetipo del que me
ocupo hoy: El Héroe. El mundo que percibimos se nos presenta, en principio,
caótico, lo es para cualquier niño o niña, de tal manera que la sobrevivencia
depende en grado sumo de la atención de los otros y las otras que están allí
cerca. Pero poco a poco va emergiendo un ego que paulatinamente separa y ordena
la experiencia, evitando los estímulos desagradables y acogiendo aquellos que
sirven al proceso consciente. Poco a poco este ego va sintiéndose libre y
autónomo y busca imágenes en su exterior que le ratifiquen la posibilidad de
ser cada vez más libre y más autónomo, de hecho para Jung el ego no es más que
otro complejo entre muchos, cuyas imágenes básicas se refieren siempre a
ideales de autonomías, libertad y racionalidad (Jung, 1994).
Lo que hizo que en ti y en mi, se activara esta búsqueda de
imágenes de autonomía y eficacia, fue el arquetipo del héroe; lo que hace que
tu ego y el mío sigan buscando cada día alguien a quién seguir o convertirnos
nosotros mismos en seres a quienes otros sigan, es el arquetipo del héroe.
Ahora bien, volvamos a mi paciente. Su ego naciente encontró en el padre una
primera imagen heroica, una imagen acompañada de dos grandes emociones: el amor
y el deseo de honrar a ese padre. Porque toda imagen que nosotros acogemos,
debo aclararlo desde ya, cobra fuerza y poder en nosotros debido a que viene
cargada o la cargamos emocionalmente. Así funcionan el amor, el odio, el
desprecio y la admiración, por medio de emociones unidas a imágenes que nos
resultan relevantes debido a que un arquetipo les subyace organizando esa
experiencia.
Continuando, mi paciente acoge en su ser esta imagen heroica,
le duele por momentos porque siente que algo suyo es castigado y reprimido en
el proceso, pero la imagen es tan poderosa que se transforma en “la imagen” del
héroe en su psique. Luego va a comenzar a ver que en su entorno esta imagen se
repite innumerables veces, la ve en las películas de vaqueros, luego en las de
romanos, después en los compañeros del colegio y más tarde, cuando comienza a
verse atraído por las chicas, descubre que estas buscan más o menos una imagen
parecida para emparejarse. Es evidente para él que esta es la forma típica y
más adaptativa de comportarse.
¿Pero es esta la única imagen de héroe posible? ¿Acaso el ser
la más publicitada por la economía, los medios y la política contemporáneos la
hace la más acertada? No es así. Si estamos diciendo que las imágenes heroicas
son las que inspiran al ego en su necesaria búsqueda de autonomía, debemos
reconocer que muchos egos han realizado un camino válido en la historia sin
necesidad de recalcar en la frialdad o el distanciamiento afectivo. Poetas,
literatos, filósofos y artistas, gentes del común que conocemos mansos y
tranquilos y al mismo tiempo construidos como adultos responsables y con sus
buenos momentos de felicidad. Entonces ¿dónde está el equívoco de una sociedad
que masifica en torno a valores tan limitados de heroísmo y masculinidad?
![]() |
Atlas, Rockefeller Center, New York |
El caso individual nos ayuda a comprender el caso colectivo y
viceversa. Por razones amorosas hacia el padre mi paciente comienza a aceptar
todas las imágenes análogas de su entorno y su ego se convence de que estas son
las mejores y las únicas válidas. En términos colectivos es así también, los
alemanes no sólo entendían "cognitivamente" lo que decía Hitler, también le
amaban como a un padre y proyectaban en él una gran cantidad de emociones, sobre todo una: la necesidad de
protección (necesidad que se proyecta en todo héroe). En mi paciente como en
todos nosotros, el arquetipo del héroe necesitaba una imagen y él la encontró
en este padre y en todos los del entorno que se le parecían. Así mismo el
pueblo alemán, tenía activado el arquetipo del héroe protector y salvador,
encontrando efectivamente una imagen afuera.
Estas imágenes no emergen, empero, de la noche a la mañana.
Así como en mi paciente la imagen heroica se fue construyendo con los gestos,
las palabras, el tono de voz y la forma de relacionarse del padre con otros y
con la naturaleza, así mismo en el colectivo la imagen va emergiendo
paulatinamente y es aquí donde podemos encontrar a los profesionales de la
imagen, los cuales se especializan en transformar la posibilidad simbólica y
plurisignificativa del arquetipo en un signo, en una única vía, en un
estereotipo. Se trata de asesores de imagen, publicistas e incluso psiquiatras
y psicólogos, que suelen acompañar a estas personas que al cabo de un tiempo
terminan encarnando dicho estereotipo. En cuanto a esto es útil recordar que
Hitler, por ejemplo, tenía un equipo encargado de asesorarlo incluso en la
forma que debían tener los desfiles y los sonidos que los debían acompañar,
todo ello para conectar a Hitler con los miedos y las necesidades más profundas
del pueblo alemán, pero aún más, para conectar a ese colectivo con el trueno,
el fuego y la ira del antiguo dios nórdico Wotan, con lo cual se cierra el
círculo sobre la psique, invocando incluso una imagen mítica colectiva (Jung,
2001).
Es muy interesante observar que en mi paciente mucha
afectividad fue desalojada de la psique para poder imitar el modelo, hasta el
punto en que la única manera como su alma puede hacer que se detenga, que
consulte a un terapeuta y se pregunte si de verdad la vida es sólo lo que ha
construido hasta ahora, el único obstáculo al que él se ve obligado a atender,
sea la presencia en su vida de lo femenino, del amor. Esto es así en muchos
mitos y en la literatura. El héroe avanza sin ningún tropiezo hasta que aparece
la princesa, el fenómeno natural o la serpiente, imágenes todas ellas de lo
femenino, frenando así su aceleración titánica por medio de pruebas y acertijos.
Hasta ahora el mecanismo que ha utilizado mi paciente es el de evitar las
relaciones realmente profundas pero esta vez parece haberse enamorado, es la
fatalidad del amor, aunque yo prefiero decirlo así: es el amor como la única
fuerza capaz de movilizar el pétreo cascarón que el ego construye, con base en
los repetitivos y empecinados estereotipos.
En lo colectivo puede uno observar cómo, con gran
inteligencia, los líderes estereotipados del mundo, estos héroes colectivos,
logran, con base en los consejos de sus asesores o en su propia inteligencia,
incluir algunas frases y gestos amorosos en su vida pública, salvando de esta
manera un sentimiento tan básico y del cual sus seguidores también necesitan.
Es decir, captan no sólo el miedo y la inseguridad de su pueblo ofreciéndoles
la imagen de un hombre fuerte, un héroe protector contra las amenazas externas
e internas (amenazas a las que, dicho sea de paso, también se les hace mucha
publicidad para poder tener al peligro presente y por lo tanto al miedo), sino
también la de un hombre amoroso que carga a los niños, que llora, que ora
frente a imágenes religiosas, es decir, un ser tierno y bondadoso; con ello
parecen calmarse las necesidades de conexión afectiva reprimidas por el pueblo
y por el líder, en aras de conseguir la protección y seguridad anheladas.
Cuando el pueblo alemán despertó del encantamiento de esta
imagen estereotipada, descubrió con terror todo lo que había apoyado. Alemania
está llena de monumentos y museos que muestran el horror del holocausto nazi,
como queriendo mantener presente el recuerdo de todo ello para evitar volver a
caer en él. Según afirma Jung, cuando un alemán por amor al líder señaló a su
vecino judío, estaba respondiendo a la activación en él de un componente
psicopático que todos llevamos dentro, algo también arquetípico que está
dispuesto en nosotros a lo peor y frente a lo cual debiéramos andarnos con
cuidado. Todos podríamos afirmar que jamás haríamos algo tan terrible como
enviar a nuestro vecino a un campo de concentración, pero cuando tenemos nuestros
afectos involucrados en un estereotipo todo es posible. Para poner un ejemplo
de otro tópico, hace unos años en Bogotá una adolescente se suicidó porque sus
padres no le compraron la boleta para ver a su ídolo Justin Bieber. Así que
vale la pena preguntarnos por la cantidad de energía psíquica, de afecto, que
nosotros invertimos en algunas figuras colectivas, vale la pena cuestionar,
reflexionar para no caer presas de la fuerza inconsciente de las emociones. Ya
sabemos que la guerra funciona no tanto por los soldados involucrados en ellas,
sino aún más, por los civiles señalando con el dedo a quienes unos días antes,
eran simplemente conocidos.
Pero no soy ingenuo y no pretendo que ustedes lo sean. No es
fácil liberarse de un estereotipo. A la mayoría de los alemanes les costó más
de quince años hacerlo y algunos nunca lo lograron, el neonazismo existe no
solo en países germánicos y algunos siguen adorando a Adolfo Hitler. Y no es
fácil porque, repito, nuestros más profundos afectos se ven involucrados y porque
la imagen que se ofrece, tiene su propio poder debido al arquetipo que le
subyace. En otras palabras: todos y todas, sin excepción, necesitamos héroes,
los necesitamos desde dentro, desde lo más auténtico que somos, incluso desde
nuestra biología, desde nuestros instintos, pues todos aprendemos por
imitación. Coherentemente con esto, si la cultura, si la consciencia colectiva
nos ofrece sólo una imagen que se repite innumerables veces, un estereotipo,
será esta la que sigamos irracionalmente, disfrazándola, eso sí, de
racionalidad, pareciera que somos capaces de explicar racionalmente porqué nos
gusta tal o cual personaje, pero jamás podremos explicar porqué llegamos a
tales emociones por él, o a actos de los cuales podríamos incluso arrepentirnos
un día.
![]() |
Monumento al poeta Pepe Ledezma, Salamanca España |
Quisiera terminar aludiendo a una imagen en particular, una
que en mi opinión condensa lo que hemos construido en términos heroicos y, en
general, de la masculinidad hegemónica en Colombia y quizás en todo
Latinoamérica. Estas reflexiones se encuentran desarrolladas en un libro de mi
autoría que, como resultado de un proceso de investigación, fuera publicado por
la editorial de la Institución Universitaria de Envigado (2009). El personaje
al que me refiero no es otro que el Coronel Aureliano Buendía, pues me parece
que Gabriel García Márquez ha captado, como todo verdadero artista, una imagen
realmente colectiva. El Coronel no sólo responde a las características básicas
del arquetipo del héroe, sino que condensa todo lo que se ha convertido en
conducta estereotipada, para aquellos que aspiran a ser reconocidos como
hombres o como héroes dentro de la masa latinoamericana. Simplemente voy a
enunciar la descripción que hace Gabo del personaje y a desglosar a
continuación las características fundamentales en él vertidas, para dejar a
ustedes la tarea de aplicar la reflexión que propongo sobre el estereotipo y
dejar abiertas las preguntas sobre cómo abrirnos a otras imágenes aprovechando
los medios individuales y colectivos de los que disponemos.
"El
coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los
perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas,
que fueron exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor
cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres
emboscadas y a un pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de
estrecticina que habría bastado para matar a un caballo. Rechazó la Orden del
Mérito que le otorgó el presidente de la república. Llegó a ser comandante
general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de una
frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno, pero nunca permitió
que le tomaran una fotografía. Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después
de la guerra y vivió hasta la vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en
su taller en Macondo. Aunque peleó siempre al frente de sus hombres, la única
herida que recibió se la produjo él mismo después de firmar la capitulación de
Neerlandia que puso fin a casi veinte años de guerras civiles. Se disparó un
tiro de pistola en el pecho y el proyectil le salió por la espalda sin lastimar
ningún centro vital. Lo único que quedó de todo eso fue una calle con su nombre
en Macondo." (García Márquez G. 1975 p. 92)
Características básicas del estereotipo:
1. La imposibilidad de
aceptar el fracaso, es decir, la insistencia titánica y destructiva en la
conducta aprendida, también la imposibilidad de contener el instinto (en este
caso un instinto territorial) o el deseo de poder.
“El coronel
Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió
todos”
2. La reproducción ciega
que suplanta a la creatividad en este tipo de modelos simbolizada en el número
de hijos, y en el hecho de que todos llevaban el mismo nombre. Aquí también
podríamos observar la la imposibilidad de contener el instinto y una gran
dificultad para tomar en cuenta a lo femenino y sus límites, una imagen que se
convierte en dolorosa literalidad cuando las mujeres se convierten en botín de
guerra o en simple objeto para demostrar poder y triunfo sobre el enemigo.
“Tuvo
diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron
exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera
treinta y cinco años.”
3. La búsqueda de
experiencias de riesgo que confirmen la propia imagen de poder y el descuido
del cuerpo, ambos símbolos de un gran desprecio por lo femenino, es decir, por
la vida y la naturaleza de las cosas en general.
“Escapó a
catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento.
Sobrevivió a una carga de estrecticina que habría bastado para matar a un
caballo.”
4. El poder como hegemonía,
como autosatisfacción y como forma de imponerse sobre los otros y las otras del
medio.
“Llegó a ser
comandante general de las fuerzas revolucionarias, con jurisdicción y mando de
una frontera a la otra, y el hombre más temido por el gobierno.”
5. El rechazo a cualquier
imagen que le recuerde el fracaso, el cual es subyacente a la experiencia
normal de vivir, pero que para este estereotipo es una afrenta a la identidad
así construida.
“Declinó la
pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la vejez
de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller en Macondo. Aunque peleó
siempre al frente de sus hombres, la única herida que recibió se la produjo él
mismo después de firmar la capitulación de Neerlandia que puso fin a casi
veinte años de guerras civiles.”
6. El deseo de inmortalidad
que nos llega desde los héroes griegos y que, en cierta medida es positivo pues
necesitamos modelos, pero que como he sostenido en esta conferencia, se vuelve
destructivo cuando se construye dicha inmortalidad en detrimento de la vida de
otros y no en el servicio a la vida en general.
“Lo único que
quedó de todo eso fue una calle con su nombre en Macondo.”
OBRAS CITADAS:
García Márquez G. (1975). Cien
años de soledad. Barcelona: Círculo de lectores.
Henao L. (2007). Ser Hombre: Imágenes arquetípicas de
masculinidad en Cien años de soledad. Envigado: Institución Universitaria de
Envigado.
Jung C. G. (1994). Los
complejos y el inconsciente. Barcelona: Altaya
Jung C. G. (2001). Civilización
en transición (O.C. Vol 10) Madrid: Trotta
Jung C. G. (2003). Los
arquetipos y lo inconsciente colectivo (O.C. Vol 9/I) Madrid: Trotta
Que buen análisis! Disfruté mucho de la lectura. Recomendado
ResponderEliminarGracias Sara! Abrazo.
ResponderEliminar