Una nota en torno a la participación en tiempos de polarización política y psíquica.
1.
Preámbulo.
Todo fenómeno social
requiere múltiples miradas para su comprensión, el tema de la política de las
naciones y sus aspectos psicológicos ha tomado para mí una particular
importancia en los últimos años. En el congreso latinoamericano de psicología
junguiana de 2015, en Buenos Aires, presenté un trabajo sobre la presencia y
confusión de los arquetipos del Héroe y del Trickster en dos personajes
aparentemente opuestos: Álvaro Uribe y Hugo Chávez, y el año pasado, en el
simposio de psicología junguiana en Bogotá hablé sobre el proceso de paz y
sobre la forma como Eros y Tánatos, cada uno con sus luces y sombras, hacían su presencia en un momento crítico de
la vida política de mi país.
Colombia se encuentra
actualmente atravesando un momento de gran tensión, desde hace años la
polarización política, la influencia de la corrupción y las diversas opiniones
sobre los dos últimos proceso de paz (con paramilitares y guerrilleros) se
venían caldeando para desembocar en lo que es la actual elección presidencial.
Me parece que los psicólogos profundos no podemos dejar de aportar nuestras
reflexiones sobre un tema como este.
Cuando tenía unos 12 años vi
en los ojos de mi padre la única lágrima que corrió por su mejilla en mi
presencia. Estábamos los hijos reunidos y él contaba cómo durante los años 50,
siendo apenas un niño, huía con sus hermanos y sus padres por entre
sembrados de caña llevando algunas pertenencias consigo, huían de las llamadas “chusmas
conservadoras” que iban por las casas asesinando hombres, mujeres y niños que
habían sido señalados como “manzanillos” o liberales. Esto causó una fuerte
impresión en mí y fue lo que me llevó a mi único acto proselitista verdadero
cuando, a la edad de 15 años, me vi subido en un Jeep con mi hermano y otros
agitando una bandera roja y gritando a favor del candidato en cuestión. Esto no
duró mucho tiempo, rápidamente un buen profesor del colegio me contó que los
liberales también tenían chusma, con lo que comencé a concluir que la cosa era
más compleja y que la perspectiva de mi padre era apenas una de entre muchas.
Mi padre se fue adaptando a
los cambios también, aunque no sin cierto pesar fue aceptando la desaparición
del partido liberal (de las ideas “realmente liberales”) y el surgimiento de,
en vez de partidos, caudillos que no defendían un color pero que tenían un
discurso que arrastraba masas enteras, masas dolidas, heridas, humilladas,
violentadas como lo fue mi padre en su infancia. Hoy puedo ver que ese fenómeno
ha crecido y tanto en la derecha como en la izquierda esas masas maltratadas
votarán por el caudillo de turno y su equipo.
2.
Psique y masa.
Todo ser humano viene al
mundo en un grupo, un grupo que no elige (¡son tan pocas las cosas que en
realidad elegimos en la vida!) y que le da, en sus primeros años de vida, algunas de las imágenes
necesarias para enfrentar al mundo. Jung afirmaba que el niño no respira aire,
que respira la atmósfera de los complejos de sus padres, esto resume muy
bien el hecho de que por un tiempo somos pensados y decididos más que pensar y
decidir, lo cual activa en nosotros toda la dotación arquetípica
referida al grupo, al “ser social” que somos, al acto de participar de algo más
grande que nosotros. Todo grupo va generando su líder y nuestra vida es estar
en grupos e incluso en la adolescencia, cuando algunos no encontramos un grupo
o nos definimos anti-grupo y anti-líderes, terminamos agrupándonos de alguna
manera con quienes comparten ese mismo sentimiento y, sin darnos cuenta,
siguiendo al líder-no-líder (esto es perceptible en algunos grupos de jóvenes que
se consideran anarquistas, aún más, ahora hay líderes virtuales lo cual
facilita a la psique no quedar en el vacío de esta imagen).
Si miramos la vida como si
fuera una línea recta (no lo es), podríamos darnos cuenta de que nuestra
participación en grupos es más inconsciente en tanto más atrás miramos. Es
decir que en la adolescencia ya protestábamos contra esa masa de valores y
juicios de la familia, pero casi sin saberlo nos arrastrábamos hacia alguna otra
masa, y más atrás, en la “tierna infancia”, la protesta ni siquiera existía o
era fácilmente extinguida, aún entre berrinches la fuerza de los arquetipos
paternos y la necesidad de sus figuras para la sobrevivencia hacía que, en el
fondo, fueran irrebatibles y termináramos repitiendo lo que el clan decía,
amando lo que el clan amaba e incluso odiando lo que ese grupo primigenio
odiara.
Pero al dar un salto hacia
adelante, hacia la primera juventud y la adultez, la consciencia ha
desarrollado una persona en el mundo,
la facultad “de valernos por nosotros mismos” que, si bien nunca se logra
completamente pues siempre seremos con otros, va puliéndose y especializándose.
Paulatinamente vamos teniendo la capacidad de diferenciarnos incluso de quienes
amamos, es decir, de amarlos incluso sin compartir sus valores y juicios. ¿Es
esta actitud constante, lineal y realmente incremental?. No. No lo es. Depende
de la circunstancia, de los miedos y de las heridas disponibles en la psique y
en la sociedad y, algo aún más importante, depende del discurso que los líderes
utilicen, de la manera como ellos logran llegar a esos miedos y heridas, es
entonces cuando la tan difícil lograda diferenciación y crítica disminuye, incluso,
puede llegar a desaparecer.
3.
Psique y participación.
Participar de algo más
grande que nosotros, hacer parte, pertenecer, no es algo propio exclusivamente
de la infancia, está incorporado en nuestra genética, en la especie, genera
sensaciones agradables, una química particular si se quiere, todos lo hemos
experimentado sin importar la edad al estar en una fiesta, en un espectáculo
deportivo, en un culto religioso, en un encuentro de estudios. Sentirse en común-unidad
tiene profundas repercusiones en la psique, la cual también es una comunidad de
fragmentos más o menos diferenciados, algunas veces incluso disociados, divididos
o en pugna (los llamados complejos psíquicos), así que la imagen externa de la
comunidad evoca en nosotros la posibilidad de hallar una unidad entre lo
dividido, una coherencia o, con una palabra que no me gusta mucho, una “armonía”
entre las partes. Por ello sentimos ese regocijo, esa sensación del “¡ajá!”, de
haber encontrado la verdad definitiva, la salvación, la pureza, la completud,
la unidad con el todo, la solución final, sentimos todo eso y más cuando el
líder habla y aplaudes junto a miles, te abrazas con miles, festejas con miles
y ¡amas a miles!.
Votar es participar. Votar
es hacer parte de una comunidad. Votar es ser uno-con-los-otros. Sin embargo el
voto también es una prueba para el proceso de diferenciación de la consciencia,
para la capacidad de crítica que vamos desarrollando en la adultez, la
capacidad de tomar distancia y “ver” críticamente incluso a quien seguimos. El
voto puede ser un voto inconsciente, ciego, sectario o un voto consciente, con
visión y civilizado. El sectarismo puede ser definido como la tendencia de la
psique a hundirse bajo la superficie de la consciencia, a ser tragado por
ideales de perfección, pureza, limpieza, salvación, cambio total, etc., a esto
se suma que esa tendencia de la psique trae aparejado entonces la satanización
de lo otro y su desaparición como manera de ofrecer un mundo inmaculado, en
otras palabras, el sectarismo es un movimiento de la psique hacia la
eliminación de las polaridades, lo cual es imposible en la práctica pues la
misma psique es polar, por lo tanto las sociedades también lo son y lo serán
siempre.
Así que un voto puede ser un
voto sectario, una opinión inamovible, una ceguera nacida del miedo y la herida
azuzadas por el líder y, lo más peligroso, un voto que representa el deseo de
que desaparezca el otro lado de la vida representado en quienes votan por otros
líderes y otras ideas, es entonces cuando la participación política se transforma en participación mística,un concepto que retoma Jung de la antropología y que designa a una psique primitiva en la que la consciencia aún no logra separarse o diferenciarse de una masa totalizante.
Resumiendo: tenemos que
votar porque es la mejor manera de participar en la familia grande, en el gran
grupo al que hemos denominado “nación”, pero es necesario tomar en cuenta que
votar también pone a prueba nuestra consciencia, nuestra capacidad de vivir con
la existencia de esos otros que, desde otro lado, también participan en todo
derecho, con sus propios deseos y aspiraciones. Si el voto no es cada vez más
consciente, el voto es cada vez más violento y el acto mismo de la democracia
se pierde en el deseo sectario, lo que ya la humanidad ha presenciado en
demasiadas ocasiones, lo que mi país viene presenciando durante demasiado
tiempo, eso que a mi padre, ya a sus sesenta años, aún le hacía llorar.
Para terminar estas dos
imágenes para que evalúes tu sectarismo político (con unos pocos cambios podría
servir para evaluar el sectarismo en otros ámbitos como el religioso, el
teórico, económico, etc.)
- - ¿Cuándo alguien se cambia del bando contrario al tuyo le llamas convertido y transformado, digno de honores y premios, pero cuando alguien de tu bando se pasa al contrario le llamas traicionero y falto de criterio, digno de todo insulto e incluso de violencia?
- - ¿Eres capaz de aceptar las evidencias de que tu líder o sus colaboradores han cometido abusos, incluso crímenes, o siempre terminas disculpándolos de alguna manera?
CODA: Una recomendación para usuarios de Netflix.
El tema de este documental no es Osho, el gurú admirado por muchos, aunque narre su aventura personal y sus contradicciones, tampoco es la personalidad de sus asistentes más cercanas y las acciones que llevaron a cabo. El tema de fondo es el gran riesgo que constantemente corremos de perder la consciencia individual, la capacidad diferenciadora de esta, frente al poder de cualquier líder con una promesa cargada de ideales (una promesa de la cual, quizás, él mismo ha sido presa inconsciente). Siempre me han parecido más peligrosos que los líderes sus seguidores inconscientes, que pueden ser sus más cercanos colaboradores o cada uno de nosotros, los admiradores "de a pié". Para los tiempos que corren este documental me resulta preciso y fundamental. Para discutirlo, para comprendernos.

Lisímaco Henao Henao.
Psicólogo y Analista
Junguiano.
25-05-18
Excelente escrito. Me gusta la profundidad y la perspectiva del abordaje.
ResponderEliminarGracias. Saludos estimado Carlos!
EliminarGracias Lis.
ResponderEliminarA ti por leer. Saludos!
EliminarMuy bueno, en Argentina estamos igual, la separación cada vez es más grande y más heterogénea, la gente se termina contradiciendo a si misma. La unión de opuestos requiere de mucha energía para lograrse, el choque será doloroso.
ResponderEliminarEs una epidemia mundial, un signo de los tiempos y un símbolo de lo que está ocurriendo en términos de Alma... algo nos quiere decir, algo que no logramos escuchar. Aunque también pienso a veces que la escucha está, pero tiene menos publicidad, menos poder mediático y político. Saludos Juliana, saludos a tu hermoso país.
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