Todo movimiento hacia la integración implica probablemente
un duelo por la comodidad que se pierde. Toda gran conmoción del alma activa al
Héroe arquetípico que sabe desligarse en su búsqueda de un nuevo estado. El
autor revisa estos movimientos en lo individual y en lo colectivo, indagando
por la forma que los arquetipos paterno y materno, y sus correspondientes
proyecciones, se ven implicados. Así mismo, plantea el lugar que el motivo de
la iniciación tiene en la restitución de la vida tras el devoramiento por parte
de la madre arquetípica.
![]() |
"El pensador de Nadín" Escultura de Nadín Ospina (Medellín) Imagen de http://krypto-club.blogspot.com/ |
“Las figuras de héroe agotan sus esfuerzos por alcanzar
la meta de sus ambiciones; en resumen, llegan a triunfar
aunque inmediatamente después puedan ser castigados
o matados a causa de su hybris. En contraste con esto,
en la iniciación se pide al novicio que abandone toda
ambición intencionada y todo deseo y se someta a prueba.”
[1]
El héroe, ese ser que nos muestra el mito como un tenaz luchador, un hombre o una mujer de mágico
nacimiento que se enfrenta a fuerzas en apariencia mayores que él y que cuenta
con protección igualmente mágica, se presenta ante nuestras almas para
enriquecernos con imágenes liberadoras, ¿liberadoras de qué?. Al parecer en el
principio, en un principio mítico-cósmico, pero también en el inicio de la vida
humana existe una unidad indisoluble, una totalidad de lo existente, tanto
Erich Neumman como Patxi Lanceros[2] nos
hablan de esta originaria unidad, Neumman la nombra como el Uroboros inicial,
en el cual se hallan fundidos criatura y creación, mientras que Lanceros nos señala
una unidad primera entre naturaleza, dios y hombre. En lo individual esto tendría su
correspondencia en el hecho de la unión de hijo y madre en los primeros años de
vida.
Sin embargo, tanto a nivel colectivo como individual hay una
ruptura arquetípica del estado urobórico. Es lo que revelan tanto los mitos
como la experiencia individual de todo neurótico (aún se discute si en la
psicosis se logra esta separación). Los mitos de Héroe “dibujan” esquemas de
esta separación, de la cual emerge la conciencia del ego diferenciada del
sí-mismo inconsciente. El mito dramatiza este proceso como la lucha contra la
bestia, el dragón por ejemplo, una lucha durante la cual el héroe debe
enfrentarse a sus propias fuerzas destructivas, de las cuales, al parecer, extraerá
su fuerza.
Ahora bien, Jung nos dice que los arquetipos paterno y
materno se actualizan o proyectan cada vez en los padres reales, por lo tanto
esta lucha, esta separación tiene su evidencia real en el entorno familiar del
individuo. La separación se operará con respecto a las figuras paternas, sus
ideales y los deseos e ilusiones que ellos han puesto sobre su hijo. Esta
operación le lanzará al ámbito exterior, al mundo social de hombres y mujeres,
gracias a que los atrayentes poderes del mundo protector, dador y limitante de
los aspectos inconscientes del hogar han sido, por ahora, vencidos.
Hay que aclarar que estamos hablando de aspectos
inconscientes de las imágenes arquetípicas, los cuales sólo en apariencia
pertenecen a los padres. Aunque existan casos en los que los padres realmente
se identifiquen con estos aspectos terribles y castradores, es importante
recalcar que el componente es generalmente arquetípico y que no se trata aquí
de defender una negación de las figuras paterna y materna, sino de una
liberación de aquellas fuerzas negativas que también representan.
La imagen de la bestia (dragón, serpiente, ballena), que
representa estos aspectos negativos del inconsciente, será revisitada siempre
que sea necesario para el ego consciente fortalecerse en diferentes momentos de
la vida. Cada lucha y cada liberación darán al individuo la autonomía e
independencia necesaria para enfrentarse a sus vicisitudes, en este sentido
¿podríamos afirmar que cada vez que se intentan integrar contenidos
inconscientes se reactualiza esta lucha?, cuando integramos nuevos valores de
“lo masculino” o “lo femenino” ¿no estamos entrando nuevamente en diálogo con
lo desconocido, con nuevas imágenes por lo cual sentimos desafiar los cánones
colectivos sobre lo que es ser hombre, ser mujer, ser padre o ser madre?.
Quizás por ello existe junto al mito del héroe el motivo arquetípico de la
iniciación, el cual parece señalar que en ciertos momentos de la vida es
necesario renunciar a aquella “sagrada independencia”, “prescindir de la
autonomía absoluta”[3], acaso también renunciar a la acomodación al exterior
lograda hasta el momento. En la primera juventud este proceso de iniciación
lleva al individuo hacia el grupo o grupos existentes en el entorno social,[4]
en el hombre adulto puede permitirle, además, aceptar la vida compartida más
allá de la simple secularización o masificación de intereses.
Obra de Angelo Musco (artista italiano)
Ya se trate del mito del Héroe o de los rituales de
iniciación, en ambos motivos hay un reconocimiento de los padres, sólo que en
el primer caso se trata de una confrontación con sus fuerzas negativas
inconscientes, en la cual se puede ser incluso devorado o castigado por el
orgullo excesivo (hybris), mientras que en el segundo cobra más importancia un
cierto despertar de la muerte vivida como el “mas profundo nivel de la
originaria identidad madre-hijo o identidad ego-si mismo”[5], lo que podemos
leer también como sacrificio de la actitud del ego consciente para renacer o
despertar revivificado. En mitos y
rituales esto se muestra como una muerte y posterior resurrección del héroe. Es,
por ejemplo, Cristo resucitando de entre los muertos luego de su descenso al
mundo subterráneo de la madre. Es, en
definitiva, sumisión y renuncia del “ego autónomo” ante el deseo de la vida de
unirse con él. Hemos de recordar además que en el proceso de lucha y liberación
el héroe rescatará a la doncella de las garras del dragón, lo cual viene a
representar la liberación del ánima y sus aspectos positivos, del aspecto
devorador de la madre, tal como Perseo y Teseo liberaron a Andrómeda y Ariadna
tras luchar con el monstruo.
En este sentido podemos comprender el postulado de que “El
ego como héroe siempre es, esencialmente, un portador de cultura más que un puro exhibicionista
egocéntrico.” Cultura en el sentido de trascendencia desde lo puramente animal
hasta la espiritualización y animación del mundo.
Separarse sí, mas no mediante la negación absoluta de los
padres reales, más bien mediante su reconocimiento y la posterior aceptación de
la necesidad de tomar distancia para hacerse a un destino propio que podrá o no
concordar con los ideales paternos. Ahora bien, la oposición más fuerte a este
proceso tal vez no provenga precisamente de los padres reales sino de las
tendencias arquetípicas regresivas, de la añoranza de un mundo protector donde
“dormitan sentimientos de hogar y esperanzas de todo lo venidero”[6] .
Entiendo, entonces, que el héroe (el ego que busca hacer conciencia) deba
separarse simbólicamente de sus padres para hallar las analogías de lo paterno
y lo materno en sí mismo y en el mundo. El sentimiento de orfandad surge,
entonces, a partir de dicha separación: “ahora estoy solo, reconozco que mi
madre y mi padre no pueden hacer de mí lo que quiero ser. Ni mi gobierno, ni
las leyes de mi país, ni mi patria harán de mí lo que yo debo ser.”. A partir
de esa orfandad se construye el camino heroico que en un primer momento llevará
al individuo a construir una conciencia de sí mediante el descenso y lucha con
el “mundo de las madres” (mito del Héroe) y la renuncia frente a la necesidad
de ser como el mundo (Motivo de la iniciación).
La negación de los padres reales es un proceso artificial de
separación, aunque probablemente, en algunos casos, sea el único medio para
acceder a la transformación individual. Opino que para algunos esta negación
puede ser el símbolo iniciático de su camino a la madurez, pero que no tendría
que ser la regla ya que una buena relación con las figuras paternas (estén
ellas o no representadas por los padres biológicos), puede potenciar ese
proceso mediante el acompañamiento y la confrontación en lo real (el alma
necesita algo que se le oponga).
En medio, por supuesto, están los conflictos con los
cuidadores representantes de los arquetipos paternos, con lo cual queda
planteada la pregunta por la forma en que tales cuidadores actúan, cómo son
percibidos y si hay actualmente una cultura lo suficientemente capaz de dar
vías al necesario proceso de separación, si los individuos de hoy tienen
imágenes que les permitan soportar esa lucha sin destruirse unos a otros.
Pregunta que gira en torno a la convivencia, a si desarrollamos realmente la
capacidad de sacrificar las excelencias de los logros individuales en bien de
la vida compartida, es decir, si vivimos junto al mito del héroe el motivo de
la iniciación. Tal vez el problema resida en la manera en que la cultura
occidental ha sobre valorado los aspectos agresivos del héroe, recalcando en su
actitud guerrera y ambiciosa, mientras que sus aspectos más relacionales son
pasados a un segundo plano. Existen grandes diferencias entre quien desciende
al Hades matando y destruyendo (Hércules) o quien lo hace conociendo y
comunicando (Orfeo o Hermes). Tal vez el secreto esté en matizar el énfasis
puesto en un LUCHAR CONTRA Y MATAR A LA BESTIA
y dar más importancia al acto de NEGOCIAR con ella. La lucha violenta
con el dragón ha pasado a nuestras modalidades de relación con la naturaleza
como destrucción, con los otros como guerra y asesinato y, ya en un sentido más
íntimo, a conducido a la toma de distancia de las figuras paternas como un
alejamiento del profundo sentido de hogar y del alto valor del anciano, así
como a la dificultad para ver en la figura del padre algo más que un ente
normativo e impositivo, ese algo paterno que toca la ternura y la compasión
frente al desvalimiento del hijo. Es así como un enfoque diferente de la figura
del héroe podría conducir, paradójicamente, a una toma de distancia del mundo
paternal (representante del inconsciente), menos traumático y disociador tanto
en sentido individual como colectivo.
NOTAS
[1] Joseph L. Henderson. En: Varios autores. El hombre y sus
Símbolos. Ed. Aguilar, Barcelona 1998.
pg. 131
[2] En: Varios Autores. Arquetipos y Símbolos Colectivos.
Ed. Anthropos. Barcelona. 1994. En su artículo “Al filo de un aforismo”, el
Doctor Lanceros invoca al símbolo como agente de sutura del desgarramiento
arquetípico. En el contexto del mito del Héroe, la actitud simbólica sería
aquella que permite al ego regresar a la madre para encontrar allí su
fundamento y renacer revitalizado con las asociaciones que le permitan dar
sentido al conflicto que motivó tal regresión.
[3] Id. Pg. 134
[4] “Así, el grupo satisface las demandas del perjudicado
arquetipo y se convierte en una especie de segundos padres, a los cuales se
sacrifican primero simbólicamente los jóvenes solo para resurgir a una nueva
vida.” Id. Pg. 129
[5] id. 132
[6] C.G. Jung. Símbolos de Transformación. Ed. Paidós.
Barcelona 1998. pg. 302
No hay comentarios:
Publicar un comentario